miércoles, 13 de julio de 2011

Capítulo III

Capítulo III

El padre Robin se revuelve inquieto en su taburete mientras Lawrence hace una pausa en su relato para beber agua y aclararse la voz.
El preso sonríe y muestra una dentadura perfectamente colocada y brillante. Observa que tiene un atractivo excepcional mezclado con su mirada siniestra.
Con sus cualidades hubiera podido llevar una vida perfecta, piensa el padre, aunque por lo que ha dicho se figura que él no hubiera querido llevar una vida tal y como muchas personas imaginan.
Lawrence vuelve a fijar sus ojos pálidos en el padre Robin y éste siente como un estremecimiento recorre su columna. Nota que el rosario vibra entre sus manos y se da cuenta de que está siendo presa de un leve temblor.
-¿Está seguro de que desea que continuemos, padre? –Pregunta Lawrence sin perder la sonrisa. Parece disfrutar mucho con el terror que está provocando en el párroco.
-Sí. –Asiente el padre mientras humedece sus labios suavemente. –Pero tengo algunas dudas acerca de lo que he estado escuchando.
-¿Por qué mato? ¿Acaso no ha oído con total claridad qué es lo que sentía? ¿Qué es lo que me llevaba a sentirme de verdad vivo?
-Lo he oído perfectamente, se me hace extraño que una persona sea capaz de… ¿Qué hay de tu familia? ¿Cómo pudiste irte dejando todo atrás?
-Ustedes no son capaces de comprenderlo, como yo no soy capaz de comprender como pueden pasar toda su vida rindiendo culto a un Dios que ni siquiera saben que existe.
-Tenemos fe.
-¿Fe? Hay algo más que les lleva a hacerlo, ¿no es así, padre?
-No entiendo.
-Algo más tiene que aportarles aparte de esa satisfacción personal de la que tanto presumen.
-No hay nada más bello que eso. Pero por desgracia jamás podrías llegar a experimentarlo.
-De hecho he experimentado todo lo que me parecía bello experimentar. No creo necesitar nada más.
-Has dicho que en este último crimen te sentiste frustrado, porque todo fue demasiado rápido. ¿Crees que eso tiene relación con que fuera mujer?
-¿Está usted insinuando lo que creo? ¡Oh, por favor! ¡Qué es usted un hombre casado con Dios! ¡No tenga esos pensamientos carnales!
-No te confundas. Pero era la primera vez que te pasaba, ¿ni siquiera tú te planteaste esa posibilidad? Me parece que no llevabas mucho tiempo sin matar, y con los hombres no te había pasado. Quizá te rendiste a algo más que a la muerte de esa muchacha.
-Quizá haya sido usted con mi relato el que haya sucumbido a alguna tentación o fantasía.
-Yo no disfruto matando.
-Ni yo con deseos impuros.
El padre Robin frunce los labios y se aclara la voz mientras oye al otro lado como el guarda carraspea conteniendo lo que seguramente era una risa.
Se encuentra algo asustado. Sabe que el preso no tiene ningún arma cerca y además parece que no siente deseos de asesinarle, aunque nada puede saber de la mente de alguien que parece estar completamente loco.
Piensa que quizá no debería haber ido a visitarle. Que estaría mucho en su iglesia, dedicándose a lo que de verdad quiere dedicarse.
-Padre,  le noto tenso, ¿está sumido en sus pensamientos? –Dice Lawrence no sin un deje de ironía.
-Podemos continuar. –Replica únicamente el padre.
-Veo que no se anda usted con chiquilladas. Supongo que tiene un tiempo muy valioso, que está perdiendo hablando con un preso. Aunque parece que le gusta. ¿Le gusta de verdad? Es sólo curiosidad padre, no se ofenda.
-Me asombra esa pregunta.
-Ah… Le asombra.
-¿Podemos continuar?
-¿Por qué no?
Lawrence echa la cabeza hacia atrás, como si de esta manera pudiera observar sus recuerdos con más detenimiento, como si aún viera pasar su vida frente a él. Mientras tanto el padre le mira atemorizado, no sabe qué es lo próximo que puede salir de esa boca. Qué más barbaridades pudieron haber pasado por su cabeza durante aquellos crímenes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario